domingo, 6 de junio de 2010

parece mentira como la cosa más tonta del mundo puede hacer que mi día cambie y se convierta en algo bueno, en algo inspirador y me de ganas de volver a dibujar.

hacía meses que no me ponía delante de un papel y hacía algo que realmente quisiera, no la típica tontería que no lleva a ninguna parte. pero ahora, a las 3 de la madrugada, y después de un día de no hacer nada y seguir pensando en el sentido de las decisiones que tomo, me he sentado frente a los apuntes, y sin más he empezado a  hacer figuras que tienen sentido.

jueves, 22 de abril de 2010

MALDITO DESPERTAR

Hoy ha sido uno de esos días en los que no quieres salir de la cama, porque ¿para qué hacerlo si no encuentras sentido a nada de lo que vas a hacer, ni tampoco puedes darle una solución a estos grandes dilemas que te planteas una y otra, y otra vez?

Por fin, después de horas y horas de dar vueltas pensando, y también intentando no hacerlo, para ver si te relajas y ves la vida de distinta manera, sales de la cama, y te metes en la ducha. Una ducha caliente en la que buscas confor y continuar con la sensación de somnolencia que tenías hace un rato que resulta tan conocida y cómoda que no quieres despegarte de ella... Pero no, hoy la ducha no es relajante, ni te despeja de tus dudas, y tampoco te provee esa sensación de seguridad que suele darte cada mañana antes de desayunar y aceptar que toca enfrentarse a un nuevo día.

Hoy ha sido sentir cómo miles de alfileres ardiendo se clavaban en cada uno de los poros de mi piel. No había escapatoria para ese sentimiento de derrota, de vacío caótico donde no hay nadie ni nada que pueda sacarte, porque eso eres tú, y esa es la espiral que hoy te ha tocado vivir.

Sólo esperas, sin hacer nada, a que pasen las horas, una tras otra, lo más rápido posible, con la esperanza de que el día que sigue a esta tortura sea diferente.

miércoles, 7 de abril de 2010

Necesitar tiempo no es bueno. El buscar un momento tampoco.
Sólo hay que hacer lo que necesitas, lo que quieres, lo que debes sin tener que explicar o, tan siquiera, pensarlo.
Los instintos e impulsos son buenos, sólo hay que saber cual de ellos y cuando obedecerlos, pero darle tantas vueltas al asunto, al final los estropea, los hace medidos, calculados y pierden toda la chispa que en sus inicios los hacía importantes.

martes, 22 de diciembre de 2009

miedos irracionales

muchas veces te despiertas por la mañana con una sensación rara en el cuerpo. No sabes porqué, pero temes que si haces algo, lo que sea, pueda llegar a suceder ese mal presagio, ese algo que no sabes qué será, pero aún así le temes y quieres evitarlo.


un día por la mañana, cuando el despertador empieza a sonar una y otra vez, y no sabes muy bien dónde estás, qué extraño sonido se está metiendo en tu fiesta de pijamas de cuando tenías 12 años, o en el viaje de tus sueños, y qué tienes que hacer para parar ese ruido tan molesto y volver a estar ahí.


Eso puede marcar un día maravilloso o una pesadilla que estás deseando acabar.

viernes, 19 de junio de 2009

traición

Hace mucho que no te visito, que no tengo tiempo para decirte algo, pero hoy ya creo que es el momento oportuno, porque necesito contárselo a alguien, y tu siempre estás dispuesto a escuchar, a leer las palabras sin sentido que salen de mi interior.

Hace tiempo que tengo miedo, pero no miedo por tenerlo, sino a mí, a lo que puedo hacer, porque he visto cosas en mi cabeza que me han hecho reaccionar, espabilar y decir... ¡BASTA YA!

Sentía que hacía algo de lo que me arrepentiría, de lo que, aunque quisiera volver a empezar, nunca podría remediar.

La cuestión es la elección que hice, las decisiones que, hoy, considero equivocadas, pero que en ese momento ni si quiera me planteé como tales. Para mí no eran opciones, sino momentos irrepetibles, oportunidades que sólo se presentan una vez en la vida y tenía que subir rápido antes de que me abandonaran.

¿Qué he hecho para sentirme así? seguro que te lo estás preguntando, pero no puedo responder tan rápido a la pregunta sin que conozcas toda la historia, para que no juzgues sin conocer todo lo que la acompañaba.

Hace unos meses, estando tan tranquilamente, como siempre, empecé a sentir escalofríos por la espalda, momentos en los que, sin venir a cuento, empezaba a hervirme o a sentir mucho frío. De primeras no le daba la más mínima importancia, porque cuanto más pensara en ello más incómoda me sentiría pensando siempre en lo peor y buscando los extremos más catastrofistas. Ya me conoces.

Aun así, la cosa seguía y seguía. Me pasaba en cualquier momento y lugar. E incluso los síntomas iban cambiando e intensificándose. Ya no sólo era la espalda, empezaban a sentir cosquilleos en las manos, el corazón palpitaba más rápido, y lo sentía por todo el cuerpo.

Poco a poco, empecé a buscar explicaciones de lo más tontas, en plan de, bah, me estoy constipando, o la posición en la que estoy hace que se me duerman las articulaciones, por eso el cosquilleo, y los sofocos, o podría ser anemia. Quién sabe... e incluso en uno de mis momentos de inspiración tonta pensé en la menopausia muy prematura... No sé, era sólo buscar explicaciones tontas para quitar hierro al asunto.

Como la cosa seguía, ya empecé a buscar otros motivos, como el fijarme en el lugar donde me pasara, si era en clase, o en casa, en la biblioteca... Pero seguía sin encontrar una explicación convincente.

Cansada, pasaba de prestarle tanta atención esos síntomas, o lo que fueran, y para qué voy a ir al médico... para hacerle perder el tiempo a él, y también el mío... Así que empecé a ignorar son signos, los indicios de mi cambio, a pensar en otra cosa si aparecían, y sino pues mejor.

Con el tiempo, se pasaron, justo en verano, cuando creía que ya tenía que empezar a preocuparme, porque su frecuencia cada vez era mayor, y tan tranquila me fui de vacaciones. Hice mi vida normal y corriente, como la estaba haciendo antes, pero ya sin nada de lo que preocuparme, hasta que un buen día, volvieron sin avisar. Estando en casa, a punto de salir para la biblioteca a preparar los exámenes de septiembre, cuando apagaba el ordenador, sentí ese latido embriagador por todo mi cuerpo, desde la cabeza a los pies.

Cuando miré el reloj, saliendo por la puerta de casa, otro vuelco al corazón. La espalda empezaba a erizarse, a estremecerse como lo hacía antes. No sabía que estaba pasando, pero de repente, todo volvía a empezar. Se había roto la tranquilidad.

No quería volver a pasar por eso, no podía concentrarme en los apuntes cuando, cada 5 minutos, alguna señal hacía estragos en la tranquilidad que necesitaba para poder pasar de renglón, de una vez por todas.

Cansada. Agotada. Buscaba explicaciones tontas, otra vez, pero no llegaba a resolver todos los interrogantes que surgían.

Tenía que volver a empezar con mi búsqueda de respuestas fuera y dentro de mí.

Por fin, un día, tras una tarde completa de cosquilleos y pálpitos, a los que estaba empezando a apreciar después de todo, algo pasó, algo que hizo que... no sé, que hablara de ello con alguien, que por una tontería volvieran a producirse todos esos síntomas de golpe, con más intensidad que nunca, lo que no tenía mucho sentido. Solo estaba hablando, contando una historia, riéndome de las cosas más tontas que había pensado sobre todo este asunto, cuando por fin todo cobró sentido.

Lo sentía. Tenía delante la solución a todas esas preguntas que se habían abierto durante tanto tiempo, esa era la respuesta. Ahora todo cuadraba. Ya tenía sentido.

Mis pálpitos, los escalofríos, ese cosquilleo interminable y agradable a la vez... todos ellos se producían con una persona, con la presencia de esa persona. Cuando apagaba el ordenador aquella primera tarde de estudio, había visto un correo electrónico con unas fotos. Cuando llegaba a la biblioteca, esperaba encontrarme con alguien en la entrada, o en los pasillos de la facultad. Tenía ganas de saber más, de, aunque sólo fuera eso, compartir unos segundos, una mirada cómplice que siempre iba acompañada de una sonrisa dulce y amable.

Sin más, empecé a olvidarme de la otra persona, la persona con la que tenía una relación, y buscaba más momentos en común con la que producía tantos y tantos estragos en mí. Buscaba en el correo y escribía mensajes que nunca me atreví a mandar. Hacía preguntas y entablaba conversaciones que no tenían mucho sentido, pero que me permitían compartir unos minutos.

Poco a poco, los minutos se fueron convirtiendo en encuentros casuales que se extendían en el tiempo y espacio. Ya no compartíamos un pequeño espacio, sino que comenzamos a buscar otros lugares nuevos, ratos más agradables y personales, con los tan valorados cosquilleos por todo mi cuerpo.

Sin saber cómo, pasaba más tiempo pensando en él que en el otro él, algo que no podría haber hecho antes. Nunca jamás podría haberle hecho eso. No. Nunca, con todo lo que le quería... Pero pasó.

Ya no dedicaba tanto tiempo como debería a mi relación, y estaba centrada en la amistad que estaba creciendo cada vez más rápido. Más y más rápido. Y me gustaba pensar en ella, hacer planes, buscar mis escalofríos favoritos allá donde fuera, hasta el punto que provoqué escalofríos, palpitaciones y fuegos artificiales en mí, en él y en todo lo que en ese momento nos rodeaba. Él estaba también metido en este mundo de dulces sobresaltos, y sin saber cómo empezó otra historia paralela plagada de nuevas sensaciones, pero sin que hubiera acabado la primera.

En ese momento todo estaba bien. Yo no pensaba, sólo sentía, vivía, reaccionaba ante los impulsos, dejaba que afloraran mis instintos.

Ahora supongo que ya me entiendes. Comprendes porqué me siento así, como una traidora, como alguien dispuesto a hacer sufrir, a herir a los otros sin importar el cómo y cuándo. La verdad es que en ese momento sólo pensé en el momento, en lo a gusto que estaba, en los bien que me hacía sentir todo eso, lo que nos rodeaba, el momento en sí.

No pensé, sólo reaccioné, y no está bien. No quiero hacer sufrir a nadie, y no le he herido, directamente he apuñalado en el corazón a alguien que lo ha dado todo por mí, que me ha dedicado toda su vida, que ha abandonado todo por mí.

viernes, 13 de febrero de 2009

hasta luego Isa


Miro el correo, abro el tuenti, ojeo fotos de la familia y amigos, recuerdo cosas, momentos de la infancia, juegos inútiles que no llevaban a ningún lado pero que nos hacían pasar entretenido el gran verano...

En ellos parece que no pasa nada, que nada malo puede haber pasado y que somos inmortales, y en cierto modo así lo creo. Creo que sí. Que estaremos siempre juntas porque estás en mis recuerdos, en las anécdotas de la familia, en los cuentos y en las historias que algún día contaremos.

Por ello no lloro. No pienso que me hayas dejado aquí sin despedirnos, ni que estés en ningún otro sitio que no sea en casa, en Naval, en el trabajo o en cualquier otro lugar. No me hago a la idea y creo que no voy a ser capaz de asumirlo nunca, porque no te dije adiós hace 15 días cuando nos despedíamos de la abuela, y ahora creo que tampoco lo podré hacer.

Esto no es una carta de despedida, sino de recuerdo. Una manera de homenajearte. De pensar en ti y no olvidarte. De intentar expresar con letras todo lo que no puedo decirte a la espera de que algún día me contestes.

Solo quiero decirte cómo eras para mí, cómo te veían mis ojos. Creo que eras genial, con una gran fuerza interna capaz de desafiar al mundo entero y salir victoriosa, con tal energía que arrastrabas a todos los que te rodearan hacia ese mundo de diversión y alegría, de sonrisas y momentos bastante emotivos, porque la verdad es que no sólo eras fiestas y más fiestas, siempre ha estado tu lado sensible, el cual te hacía, si cabe, más humana, y creo que no todos lo llegamos a conocer muy bien porque te escudabas en esa coraza de fuerza para no permitir que te hirieran.

Muchas veces te eché la bronca por ser tan crítica contigo misma porque eras única, muy atractiva y arrebatadora, que si lo juntamos con tu personalidad te hacían una femme fatal inigualable.

Como ya te he dicho, estoy viendo lugares donde la gente, tus amigos y familia, te expresan su cariño, lo especial que eras para todos y cada uno de ellos y la huella que vas a dejar en sus vidas, porque aunque acababas de empezar la tuya y el destino la ha terminado de manera prematura, para el resto seguirás muy presente. Algunos te dicen “Recordaremos tu maravillosa sonrisa y tu alegría con la k nos recibías siempre” “nunca te olvidaremos” “Siempre estarás en mi corazón”... Pero, como ya he dicho antes, aún no me despido porque no estoy preparada, porque no me lo creo aun y porque, sinceramente, te quiero y esto es un hasta pronto.

martes, 27 de enero de 2009

Tu último regalo. Gracias por todo

Casi cuatro meses, eso es lo que nos has dado. Eso es lo que has hecho por todos nosotros, por el abuelo, las tías, los primos, nietos, bisnietos... por todos aquellos que querían despedirse de ti de una manera o de otra.

Te fuiste sin decir adiós, una despedida propia de una persona parca en palabras, tal y como tú eres, pero nos has regalado tu tiempo. Un tiempo muy valioso para todos, para los que estábamos allí presentes y los que tanto desearon llegar, haciendo lo imposible para poder devolverte un poco de lo que tu tanto nos has dado.

Te fuiste, sí, pero eso no significa que nos abandones, porque tenemos muchas cosas que nos recuerdan a ti, muchos objetos que simplemente por verlos nos llevarán a hacer una visita a alguno de esos momentos que tanto valoramos.

Hoy miro fotos y no me lo creo, no soy consciente de que ya no vas a estar en casa haciendo alguna colcha de ganchillo, o terminando la manta que empezaste esta semana para el tío. Hace poco me fijé en esas manos que tanto han trabajado y me gustó lo que vi, porque, bueno, cuando mire las mías será diferente, ya no pensaré que tengo las manos de niña pequeña, sino en todo lo que podré hacer con ellas, creando recuerdos para los otros.

Miro las fotos y me centro en tus ojos, en la nariz, en la manera en que todos tus gestos decían las palabras que muchas veces te callabas para, como según decías, no parecer cotilla ni chismosa, pero aun así lo decías todo a tu manera.

Tus ojos, esos que tanto me gustaban por ser grises y únicos entre tantos otros que te rodeaban, y que para ti también lo habían sido, según decías, porque hoy ya no eran lo mismo... me gustaría poder verlos de nuevo brillar como en las grandes ocasiones, o incluso con los grandes charcos de lágrimas que se formaban bastante amenudo y que tratabas de disimular inútilmente con el abanico.

Te echaré de menos. Te echaremos de menos todos, porque aunque algunas veces nos ha costado admitirlo, vosotros sois un pilar de nuestras vidas, un punto de referencia donde dirigir nuestra mirada y llevar nuestros caminos rumbo a casa, a un lugar donde siempre nos esperan un plato de sopa, unos huevos fritos y dos personas muy especiales con los brazos abiertos.

martes, 4 de noviembre de 2008

dime que hacer...

No sé qué paso, cómo, ni por qué. Me sentí a gusto, cómoda, como siempre.

Hablábamos, hacíamos el tonto y viendo si era posible que la noche se alargara lo más posible.


Te escuchaba y miraba como cualquier otro día, pero algo pasó cuando me decías las tonterías que habías hecho antes, y empecé a mirarte de otra manera, no se, con unos ojos más afectivos y receptivos, interesándome por tu vida... no se, no se qué pasó en un momento dado, cuando todo cambió y pasó a un plano diferente.


Tu querías algo, decir algo con los ojos, con palabras ambiguas y distantes, pero que a la vez propiciaban un pequeño acercamiento entre ambos.


Tenía miedo de interpretarte, a leer tu mirada, a sentir tus palpitaciones cada vez más aceleradas, intentando coger un ritmo al que, sin darme cuenta, mi corazón se iba aproximando, e incluso en un momento, creo que llegó a superarte por los nervios y la tensión retenidas, cuando ninguno de los dos sabía que hacer, donde mirar e incluso cómo salir de este choque emocional en que nos encontrábamos.


Parecía que todo se había quedado ahí, en un momento incómodo del que no sabíamos muy bien cómo salir. Parecía que veía la salida, una pequeña luz de emergencia encendida luciendo en medio de la nada, en una oscuridad que de pronto se había cernido sobre mi, pero si me giraba y miraba a lo que me rodeaba, todo seguía igual, menos tú, que ya eras diferente para mi.


No sé porqué dudé, porqué seguí en el túnel para, buscando un sonido, una palabra, un latido que me llamara, que me abriera la puerta o me hiciera girarme tranquilamente, olvidándome de todo, de las luces y sombras, del ruido, del frío, de ellos, de mí, de ti, de todos...


Pero no, esa voz no llegó, lo entiendo, pero aún así no lo llego a comprender del todo. En ese momento parecía lo más correcto, lo adecuado, lo que quería... pero hoy no estoy muy segura de si esa fue la decisión correcta. Sigo buscándote con la mirada, pensando, intentando verte en esa oscuridad, y que me veas, pero no llega el momento.


Este túnel es cada vez más oscuro y la luz se va apagando.


Me lo dijiste, me advertiste de que debía aprovechar las oportunidades que se presentan, vivir el momento y no pensar tanto con la cabeza. Tengo que aprender a dejarme llevar más por los impulsos y el corazón, dejando apartada la razón, pero necesito que me enseñes, que digas lo que debo hacer, si me giro y me miro, o ando hacia la saliera, lo seguro, el todo y la nada.


Ten paciencia, o no la tengas. Ven o alejate, pero hazme una señal o algo que me permita continuar.

martes, 15 de julio de 2008

ya se lo que quiero ser de mayor!


si, por fin ha llegado el momento de plantearse seriamente ¿qué seré de mayor?

hoy ha sido un día duro, con muchas emociones, como cualquier día en mi vida, porque ya sabemos que los cáncer no hacemos más que emocionarnos por todo, incluso porque pase un segundo en el reloj de la mesilla, o por cualquier cosa que para el resto de la humanidad resulta irrelevante.

ha sido cansado, extremadamente agotador, peor que si me hubiera tenido que recorrer la distancia que hay entre la tierra y la luna, peor que si ..., bueno, peor que todo lo que estés pensando.

Todo ha sido porque me lo he planteado sin querer, he dicho... ¿y mañana qué seré? ¿y pasado mañana? ¿y al otro?.... ¿y todos los que les sigan?

PUFFFF. Que gran encrucijada el poder decidir que hacer con tu vida, con los días que te quedan por delante sabiendo que ahora puedes marcar el destino de los próximos minutos, días, semanas, meses, años.... HOY PUEDES DECIDIR, PUEDES DECIR... DE MAYOR QUIERO SER... y añadir tu destino.

yo, como quiero saber lo que voy a ser, porque quiero plantearme la vida, o por lo menos tener un destino al que llegar DE MAYOR QUIERO SER FELIZ.

y tú ¿que quieres ser de mayor?

domingo, 22 de junio de 2008

COMO SI FUESE UN EXTRAÑO

Hoy, cansada de tanto reflexionar, me siento como un ser extraño, alguien que no sabe muy bien donde situarse, ni por donde avanzar. Se abren miles de caminos, las opciones son ilimitadas, pero las ganas cada día van fallando un poco más.

Tú ya sabes donde estás, donde te sitúas, por que carretera continuar conduciendo, o por lo menos es lo que se anuncia en los luminosos. Y yo continúo perdida, cansada de tanto pensar y de sopesar opciones, de ver qué hago o que dejo de hacer, teniendo que imaginar las consecuencias que pueden tener las decisiones que tome hoy, y las que tomé ayer.
Sé que no hay excusa, que no hay motivo aparente para estar preocupada o desorientada, pero aún así me siento secuestrada en mi interior.
Quiero satisfacer a todo el mundo, que sea correcta la decisión, pero aún así no va a ser posible. Se que si tomo una dirección, alguien se va a quedar atrás, no me va a seguir y sufriremos, pero si tomo otra... también va a haber dolor, llantos, despedidas y principios precedidos de finales tristes.
No quiero un final, y mucho menos triste. Quiero seguir. Quiero avanzar pero sin renunciar a nada, a ninguno de los caminos que se abren frente a mi. Quiero sentirme libre y comprendida, y sin pensar en los demás, aunque sea sólo por una vez, quiero ser egoísta, pero no me sale.
Un pequeño mosquito está posado en mi brazo, haciendo lo que debe hacer, y yo mientras le observo envidiosa porque sabe cuál es su destino, su obligación... y yo le miro, y pienso, y me sonrío pensando lo tonta que debo resultar dejando que me pique un mosquito, pero aún así no me muevo y le miro.