martes, 27 de enero de 2009

Tu último regalo. Gracias por todo

Casi cuatro meses, eso es lo que nos has dado. Eso es lo que has hecho por todos nosotros, por el abuelo, las tías, los primos, nietos, bisnietos... por todos aquellos que querían despedirse de ti de una manera o de otra.

Te fuiste sin decir adiós, una despedida propia de una persona parca en palabras, tal y como tú eres, pero nos has regalado tu tiempo. Un tiempo muy valioso para todos, para los que estábamos allí presentes y los que tanto desearon llegar, haciendo lo imposible para poder devolverte un poco de lo que tu tanto nos has dado.

Te fuiste, sí, pero eso no significa que nos abandones, porque tenemos muchas cosas que nos recuerdan a ti, muchos objetos que simplemente por verlos nos llevarán a hacer una visita a alguno de esos momentos que tanto valoramos.

Hoy miro fotos y no me lo creo, no soy consciente de que ya no vas a estar en casa haciendo alguna colcha de ganchillo, o terminando la manta que empezaste esta semana para el tío. Hace poco me fijé en esas manos que tanto han trabajado y me gustó lo que vi, porque, bueno, cuando mire las mías será diferente, ya no pensaré que tengo las manos de niña pequeña, sino en todo lo que podré hacer con ellas, creando recuerdos para los otros.

Miro las fotos y me centro en tus ojos, en la nariz, en la manera en que todos tus gestos decían las palabras que muchas veces te callabas para, como según decías, no parecer cotilla ni chismosa, pero aun así lo decías todo a tu manera.

Tus ojos, esos que tanto me gustaban por ser grises y únicos entre tantos otros que te rodeaban, y que para ti también lo habían sido, según decías, porque hoy ya no eran lo mismo... me gustaría poder verlos de nuevo brillar como en las grandes ocasiones, o incluso con los grandes charcos de lágrimas que se formaban bastante amenudo y que tratabas de disimular inútilmente con el abanico.

Te echaré de menos. Te echaremos de menos todos, porque aunque algunas veces nos ha costado admitirlo, vosotros sois un pilar de nuestras vidas, un punto de referencia donde dirigir nuestra mirada y llevar nuestros caminos rumbo a casa, a un lugar donde siempre nos esperan un plato de sopa, unos huevos fritos y dos personas muy especiales con los brazos abiertos.